*Prólogo:
Había una vez un planeta perdido
en los confines del Universo, apenas un punto azul turquesa en la infinidad
oscura del Cosmos. Dicho planeta no tenía nombre, pues nadie, ni siquiera los
inmortales dioses, se lo había puesto nunca. En medio de sus aguas se alzaba
imponente el país de Damosia, y no sería descabellado afirmar que sus
habitantes eran únicos en todo el Universo…
En el centro oriental de este
pequeño planeta se alzaban los únicos pedazos de tierra firme de toda la
esfera, que formaban un conjunto de islas. El archipiélago estaba formado por
una isla central de amplio tamaño, llamada Damosia. En su extremo Sur se
situaba un círculo de siete islas, al que llamaban Las Hijas del Cielo, y que
tenían en el centro de su círculo un pequeño pedazo de tierra en forma de
estrella de cinco puntas, de nombre Raghia. Por último, tres islas se situaban
pegadas a la costa Norte de Damosia, a las que se le puso el nombre de Tríada.
En el mismo centro de Damosia, y
ocupando un gran espacio, había un enorme lago. Éste era llamado el Lago de la Vida , denominado así porque,
según el Antiguo Conocimiento, se había formado cuando Gaia, la Gran Madre , había
lanzado una roca del Cielo impregnada con su semilla para que surgiera la vida
en esa tierra. La roca había formado un cráter en el centro de aquella isla y
convertido el agua salada en agua dulce. Al entrar en contacto con el agua,
aquella semilla comenzó a crecer y a tomar forma, adquiriendo poco a poco la
figura de una hermosa mujer, que ascendió a la superficie y pisó la Tierra , su misma madre
Gaia. La propia Tierra le infundió vida, sentimientos, sabiduría e
inteligencia, y le marcó la frente con una mancha en forma de estrella. La Primera Señora
sangró, y de las gotas de su sangre, llena de vida, surgieron sus Hijas al
contacto con la
Tierra. Después , la Primera Señora se acercó al agua, y de las gotas
de su sangre al contacto con ella nacieron sus otros Hijos, los hombres.
Sus descendientes la llamaron
Potnia, la Señora ,
la heredera de su diosa Gaia. Ella les enseñó a labrar la tierra y a cultivar
el campo en cada estación, a fermentar el vino, a hacer pan y a cocinar la
carne; a rezar a sus Dioses y en especial a su madre Gaia; a leer las señales
divinas en las estrellas, en el vuelo de las aves y en las ondas del agua; creó
una lengua común y una escritura, enseñándoles a leer y a escribir. Aprendieron
de ella también el don de la
Música , máxima expresión de su saber divino, fabricando
instrumentos a gusto de los Siete Dioses. También ayudó a sus hijas e hijos a
organizarse y así les dio leyes para que pudieran vivir en paz, escribiéndolas
en la roca más alta de Raghia.
Una vez terminada su labor,
Potnia fue llamada por Gaia para volver a su seno, pero los hombres y las
mujeres le pidieron a la
Gran Madre que dejase a Potnia en este mundo para cuidarlos y
aconsejarlos. Gaia consintió así en que Potnia viviese con sus hijos en
Damosia. Al término de su vida, especialmente larga por ser un espíritu divino,
prometió a sus descendientes que su alma, y por tanto el de Gaia, estaría
siempre con ellos, y que volvería a nacer en otro cuerpo en tiempos difíciles.
Después de aquello, fue deseo de la Gran Madre que Potnia se transforma en un
precioso roble, por lo que la
Señora se sumergió en las profundidades de los bosques para
acudir a la llamada de su diosa Gaia.
Así pues, las gentes de este
mundo dejaron el trono de Damosia vacío, ya que no necesitaban que nadie los gobernase. Ellos mismos
decidieron que sólo la reencarnación de Potnia podría ocupar ese honor, puesto
que solamente la conjunción de divinidad y de humanidad sabría llevar ese peso.
De esta manera, había habido seis Señoras a lo largo de toda la historia de las
islas, puesto que sólo nacían en momentos de dificultades; o tal vez no tendría
por qué ser siempre así…
*Capítulo 1: La
Reina de la
Noche
Brianda caminaba bajo un cielo
cubierto por un manto de brillantes estrellas. Sus pies se apoyaban en lo que
parecía una nube oscura de extensión infinita. La luna, anormalmente cerca y
extrañamente grande, brillaba intensamente a su espalda. De pronto, un
estruendo casi ensordecedor le hizo girar la cabeza, y sus cabellos negros
azabache se arremolinaron con violencia debido al fuerte viento. El brillo de
la luna se intensificó, y varios jirones de niebla negra empezaron a moverse en
frente de sus ojos, tomando poco a poco figura humana. En poco tiempo, Brianda
reconoció la figura, y todo su cuerpo se agitó por una mezcla de felicidad y
respeto: tenía antes sus ojos a una de los Siete Dioses, a la Reina de la Noche , a Maura.
La figura era mucho más grande
que ella, tanto que su cabeza ocultaba casi totalmente la luna. La Diosa levantó la mano
derecha con la palma abierta, en señal de saludo, y Brianda se acercó a ella,
esperando su mensaje.
-Se acercan tiempos confusos, mi
fiel servidora. Tú y los otros Sacerdotes debéis estar atentos, pues en breves
la hija de nuestra madre Gaia volverá de nuevo a la Tierra de Damosia. Debes
reunir a los demás para que estén prevenidos, e ir a visitar a la Suma Sabia. Que mis
estrellas guíen tu camino, mi magnífica Sacerdotisa.
Brianda se levantó de un salto de
su lecho, nerviosa y sudorosa. Casi inconscientemente se llevó la mano a la
perturbación del centro de su pecho, en forma de triángulo invertido. La marca
brillaba ligeramente, y le ardía por momentos. No podía perder más tiempo,
debía convocar al Consejo de los Sacerdotes ya, porque no era normal que la Diosa le hablase en una
noche que no era ni sagrada ni de peligro. Esto era importante, mucho, aunque
no lo pareciese.
De inmediato se levantó de su
lecho y se puso sus ropajes, atándose el corsé como buenamente pudo. Salió
precipitadamente de su habitación en el Palacio de la Luna , cogió su yegua y se
dirigió hacia el puente que conectaba la Isla de la Noche con la isla vecina, la de la Tierra , para despertar a la Sacerdotisa de Gaia y
contarle lo ocurrido. En cuestión de minutos había travesado el puente y
llegado al palacio de la sacerdotisa. Subió rápidamente las escaleras del
torreón donde se encontraba su alcoba y aporreó la puerta sin ningún pudor.
-¡Maka! ¡Maka, soy Brianda,
ábreme la puerta!- gritó nerviosa.
-¡Por todos los dioses del
Universo, Brianda! ¿Qué escándalo es este? ¿Tanto revuelo por un simple sueño?-
exclamó la Sacerdotisa
de Gaia, estupefacta.
-Maka, la Diosa Maura me ha
hablado. No ha sido un sueño ni una premonición, ni tampoco un augurio… Me ha
hablado directamente, como si fuese el día Sagrado. Lo más raro de todo es que
estaba extrañamente cerca de mí, casi podía tocar su cuerpo. Además, me ha
hablado en la lengua común, y no en la Astral. Me ha dicho que la Señora está cerca, que hay
que convocar a los Sacerdotes ya.
La cara de Maka, la sacerdotisa
de la Tierra ,
la más anciana y sabia de los Sacerdotes, cambió por completo. Si Maura le
había hablado tan claramente y de forma tan poco usual sería mejor convocar al
Consejo y averiguar qué estaba pasando.
-Está bien, Brianda, cálmate. No
es posible que la heredera de Potnia esté cerca, porque las Ancianas lo
hubieran visto. No es lógico, no ha habido ninguna invasión, ni siquiera una
traición. De todas formas, si Maura te ha dado este mensaje es que se nos está
escapando algo. Convocaré el Consejo para mañana a la puesta del sol en la
playa del Lago de la Vida ,
como siempre.
-Me parece correcto, pero debemos
ser discretas. Los habitantes de Damosia no están habituados a ver al Consejo
de Sacerdotes reunidos sin un motivo claro. Hasta que no estemos seguras de lo
que pasa, el asunto no debe salir del Consejo.
-¿Por qué te crees que lo he
convocado al anochecer? Sabes que a la caída del astro el acceso a la playa
sólo está permitido en los días festivos o sagrados, así que nadie nos
molestará. A primera hora de la mañana avisaré a los demás y prepararé todo lo
necesario para la reunión. Tú vete a visitar a las Tríadas. Habla con las
Hijas, las Madres y las Sabias, y pídele a la Suma Sabia que intente
ver algo en las aguas.
-Está bien- suspiró Brianda
tranquila.- Mil disculpas por todo, pero ya sabes que las que somos tocadas por
el poder de Maura tenemos el sueño ligero y revuelto- dijo, finalizando la
conversación con una sonrisa.
El camino de vuelta a casa fue
totalmente diferente al de ida. Briana bajó las escaleras del torreón con más
calma y sosiego. Al salir al exterior, respiró hondo el aire fresco que venía
del mar. Mientras caminaba hacia el puente colgante llamó con un fuerte silbido
a su yegua, montándose en sus lomos ágilmente. Subida encima del animal se
quedó mirando el paisaje que se abría a sus ojos. La luna iluminaba suavemente
las Hijas del Cielo, y sus rayos hacían brillar las claras piedras de los
puentes colgantes que las unían. En el centro, la pequeña isla de Raghia se
alzaba imponente, enmarcada a la vez por ese precioso cielo, por las islas y
por la silueta de Damosia. Aquella era su casa, su tierra, su todo. Sólo de
pensar que algo o alguien podía intentar destruirlo se le llenaban los ojos de
lágrimas…
El sol acababa de aparecer por el
horizonte cuando Brianda salía de su
palacio rumbo a la Tríada. Sin
prisa pero sin pausa, recorrió las islas hasta el gran puente que conectaba con
Damosia. Después de atravesar todo el extremo este de Damosia, apenas hora y
media a caballo, llegó a la Tríada. En
aquellas islas moraban una casta de mujeres que se encargaban de organizar la
educación de los habitantes de Damosia y de guardar la sabiduría de toda su
civilización. Esa estirpe había nacido de la gota de sangre de Potnia caída a
la tierra más cerca del agua y de la gota de sangre caída al agua más cerca de
la tierra, como si ese hombre y esa mujer hubiesen nacido para estar juntos. No
obstante, sólo las mujeres vivían en la Tríada , durante toda su vida, dedicándose al
saber y al estudio, lo que hacía que Brianda sintiese una admiración inmensurable
hacia ellas.
Animada y nerviosa a la vez,
cruzó las puertas del palacio de la primera isla, la isla de las Hijas. Ellas
se ocupaban de estudiar el pasado y de administrar la biblioteca de Damosia.
Brianda se había pasado en ella muchas horas de niña, estudiando historias
sobre los dioses. Ensimismada en esos recuerdos, se sobresaltó cuando una
muchacha de unos quince años la abrazó efusivamente.
-¡Brianda! Cuánto tiempo sin
verte, hermana querida- dijo la joven Nala con una amplia sonrisa en sus
carnosos labios.
-¡Nala! ¡Qué alta estás! Parece
que han pasado años desde la última vez que te vi, cuando no han pasado ni tres
meses.- contestó Brianda con alegría- He venido a pedir ayuda a las Hijas.
¿Puedes ayudarme tú o estás muy ocupada?
-Yo te ayudaré hermanita, no te
preocupes. ¿Qué necesitas?
-Maura me ha hablado de una forma
un tanto extraña. Necesito que averigües si en algún documento o registro hay
constancia de que alguno de los Siete Dioses se comunicase con su sacerdote en
la lengua común. Te pediría que lo hicieses con la máxima discreción posible,
aún no nos hemos reunido en Consejo y nadie se puede enterar de esto…
-¡Claro, no te preocupes
hermanita! Pero… ¿Acabas de decir en lengua común? Eso es muy extraño, y que yo
sepa no hay ningún documento que trate el tema. De todas formas mi memoria no
es perfecta, así que miraré en los registros más antiguos, a ver si encuentro
algo.
Brianda se despidió de su hermana
con un sonoro beso en los labios, y mientras Nala iba corriendo al archivo,
ella se dirigió al puente que conectaba con la isla de las Madres. Al llegar,
divisó a lo lejos a su propia madre, a la que poco le quedaba ya para
trasladarse a la isla de las Ancianas. Entre besos y sonrisas, le contó todo lo
que había sucedido, y le pidió que ejecutase un ritual de geomancia, para ver
si algo iba en este momento. Ambas entraron juntas en el edificio de mármol,
para dirigirse a una de las salas del piso subterráneo. La madre de Brianda cogió
un cuenco lleno de agua del Lago de la
Vida y lo puso sobre un altar sencillo que había en el medio
de la estancia.
-Ya sabes que las Madres sólo
tenemos el poder de ver lo presente, por lo que la geomancia sólo desvelará si
se está llevando una mala acción ahora. Espero que te sirva de ayuda, mi niña.-
dijo mientras cogía un puñado de arena virgen del fondo del Lago. Después de un
momento de silencio, lo esparció en el agua del cuenco mientras recitaba por lo
bajo fórmulas en lengua Astral. Al cabo de un pequeño instante, las arenas
empezaron a recolocarse, tomando la forma de un triángulo invertido con la
punta de la parte baja totalmente deformada, sin que las dos líneas llegasen a
tocarse.
Brianda miró la forma de las
arenas, extrañada. No sabía muy bien por qué, pero esa figura deformada le resultaba
familiar. Apresurada, le dio las gracias a su madre y se encaminó a la tercera
isla, la de las Ancianas. Debía hablar con la
Suma Sabia lo antes posible.
Cuando llegó, las demás mujeres
le explicaron que la Suma Sabia
estaba en mitad de un culto que duraría todo el día. Brianda no podía quedarse
allí, debía volver a su palacio para preparase para el Consejo. Un poco
decepcionada, se sentó un momento en las escaleras del edificio. De repente vio
acercarse por el puente al sacerdote de Piros, el dios del fuego, acompañado de
una comitiva de mujeres vestidas de rojo. Brianda cayó en la cuenta de que
dentro de unas semanas sería el día Sagrado de Piros, por eso la
Suma Sabia estaría en el culto todo el día:
ella y los encargados de la adoración a
Piros estaban preparando la festividad.
Unas horas más tarde, Brianda
contemplaba la caída del sol desde la pequeña playa del Lago de la Vida. Mientras llegaba la noche
y esperaba a los demás, la sacerdotisa de Maura paseaba con cara de
preocupación y repasaba mentalmente lo que le iba a decir al resto del Consejo.
El ruido de los caballos la sacó de sus pensamientos: había llegado la Sacerdotisa de Bathia,
la divinidad del agua, junto con Maka. Instantes después llegaba la sacerdotisa
de Ágape, la diosa del amor y del odio a la vez, el sacerdote de Aeraki, dios
del viento, y el de Safes, dios del sol. Todos se reunieron con Brianda en la
playa, charlando animadamente mientras esperaban al sacerdote de Piros.
Ebeón llegó con grandes prisas un
momento después, con el ceño fruncido y con aspavientos de enfado. Él había
sido el único reacio a convocar el Consejo tan precipitadamente, pero Maka
había logrado convencerlo. Antes de empezar a debatir el problema, se agarraron
todos de las manos, y mirando al cielo recitaron el juramento sagrado en lengua
astral. Después, la sacerdotisa de Gaia comenzó a hablar.
-Hermanas y hermanos, un asunto
divino es lo que nos ha traído hoy aquí. La Diosa Maura se ha comunicado directamente
y en lengua común con Brianda- dijo, mientras los asistentes ponían cara de
sorpresa.-Sacerdotisa de la
Noche , cuéntale a los demás qué has visto.
-Sacerdotisas y sacerdotes, ya sé
que convocar un Consejo por un sueño no es lo habitual, pero Maura me ha dicho
que la Elegida
está cerca, y me ha ordenado convocar el Consejo para…
-¡Oh, por todos los dioses! ¡Eso
no es posible, las Ancianas lo hubiesen vaticinado! Estamos perdiendo el
tiempo.- la interrumpió Ebeón.- ¿No sabes distinguir entre un simple sueño y
una comunicación?
-Déjame terminar de hablar,
sacerdote. Y sí, por supuesto que sé distinguirlos. Que sea joven no implica que
no esté igual de preparada que tú para desempeñar este papel. Era una
comunicación, estoy segura. Sentí su presencia y su poder. Estaba tan cerca de
mí que casi podía rozar su piel de luz plateada. Me habló claro, me dijo que la
hija de nuestra madre volvería de nuevo a Damosia en poco tiempo, que debíamos
estar prevenidos.
-¿Y cómo es posible que la
Suma Sabia no haya visto nada en las aguas?
No tiene sentido que en el ritual de la semana pasada no saliera nada. Si la
reencarnación de Potnia fuese a nacer dentro de poco, aunque fuese en diez
años, lo habría visto- objetó la sacerdotisa del agua.
-Quizás los dioses no quieren que
se sepa. Sus decisiones pueden resultar confusas a veces- respondió con calma
el sacerdote de Aeraki.
-Tonterías. ¿Por qué los dioses
iban a ocultarnos el regreso de Potnia? Es nuestra legítima reina, su regreso
sería una alegría.
-Tienes razón, sacerdotisa de
Ágape. Además, no hay ningún peligro, Damosia está segura. El regreso de Potnia
carece de sentido.- sentenció Ebeón.
Después de horas de discusiones y
razonamientos, Brianda no sabía qué más hacer. La sacerdotisa de Gaia era la
única que estaba de acuerdo con ella: ambas querían que se diera el aviso a la
población, para que en los nacimientos se controlase si el bebé llevaba la
marca o no. Además querían que las Ancianas escrutasen los augurios todos los
días y que la Suma Sabia
consultara el futuro en las ondas del agua al menos una vez cada dos días. No
obstante, Ebeón se oponía a todo y deseaba mandar a Brianda otra vez con las
Tríadas a que se preparase más a fondo, y nombrar a otra sacerdotisa. La
servidora de Bathia opinaba que se debía dejar el asunto en manos de los dioses
y esperar a otra nueva visión, mientras que los sacerdotes de Aeraki y de Safes
y la sacerdotisa de Ágape opinaban que se debía abrir una investigación en
torno al asunto, dejando el tema en manos de las Madres.
Finalmente, a medianoche se
decidió que mañana a mediodía irían todos a ver a la
Suma Sabia , para que consultase los
vaticinios y les ayudara a decidir qué camino tomar. Además, consiguieron que Ebeón
entrase en razón, accediendo a abrir una investigación en torno al tema. Las
Hijas y las Madres les ayudarían a estudiar los documentos más antiguos y a
averiguar si cabía la posibilidad de que no hubiesen visto algún peligro
interno. Así pues, quedaron en reunirse mañana en la isla de las Ancianas, y,
con cansancio, volvieron todos a sus islas, cada uno a su ritmo.
Brianda se tiró en la cama,
agotada. Por una parte estaba contenta de poder haber compartido el asunto con
los otros Sacerdotes, ya que parecía que intentarían aclarar el asunto. Por
otra, cada centímetro de su cuerpo y cada rincón de su alma le decían que algo
no iba bien. Antes de acostarse, y para intentar tranquilizarse, subió al altar
de la Noche en
la cima del palacio. Cogió la botella de vino tinto y lo vertió en una copa
negra mientras invocaba a las estrellas. Después, con el cuchillo ritual se
hizo un pequeño corte en el brazo, de manera que la sangre se mezcló con el
vino. Al tiempo que vertía la mezcla sobre el altar recitaba las oraciones a la
luna y a su diosa Maura. Cuando terminó, se arrodilló delante del altar con las
manos en alto, pidiéndole a la diosa que le ayudase a encontrar el camino de la
verdad. Un poco más tranquila, recogió todo y se fue a sus aposentos a intentar
dormir.
Después de una mañana de rituales
varios, la sacerdotisa de Maura se hallaba deambulando por los pasillos de la
biblioteca con su hermana Nala. Un presentimiento la había llevado allí antes
de acudir a ver a la Suma
Sabia. Cuando llegó, su hermana estaba a punto de coger el
caballo para ir a la isla de la
Noche : había encontrado algo en el archivo que a su hermana
podría interesarle.
-Ayer me fui a buscar a los
archivos inmediatamente después de hablar contigo. Al principio no encontré
nada similar a tu caso, pero después de horas y horas investigando en todos los
pasillos, decidí usar un ritual de búsqueda para ver si realmente había algo
que pudiese interesarme.- La cara de Brianda brilló con entusiasmo al escuchar
esto, y Nala siguió hablando con emoción.- Una copia de una inscripción en
piedra, hoy perdida, cayó en mis manos. En el texto se hablaba de que Gaia le
había hablado en lengua común a la Cuarta
Señora.
-¿En serio? ¡Eso significa que yo
tenía razón! Dame la copia, así podré explicarle al sacerdote de Piros que no
confundo los sueños con las comunicaciones.-dijo Brianda con una gran sonrisa
de felicidad.-Muchas gracias hermana, tu inteligencia es un verdadero don de
los dioses.
Apresurada, se dirigió a la isla
de las Ancianas. Entró corriendo en el edificio y se dirigió sin esperar a los
demás sacerdotes a la gran sala de los sacrificios, en la planta subterránea,
donde solía estar la Suma Sabia.
Al cruzar la puerta, un escalofrío recorrió su cuerpo, pero debido a su
felicidad momentánea no le dio importancia, y prácticamente saltó las escaleras
de dos en dos hasta la sala.
-¡Suma Sabia! Tengo algo muy
importante que contarle. Debo mostrárselo antes de que lleguen los demás
porque…
Se le heló la sangre en las venas
cuando vio la escena que se mostraba ante ella. Un charco de sangre fresca cubría
macabramente las blancas losas de mármol del suelo. El líquido rojo todavía
goteaba desde el altar, donde un cuerpo pálido y sin vida se hallaba retorcido
en una horrible posición. Brianda se acercó un poco, todavía incrédula, para
ver el rostro del cadáver que allí yacía. Un grito de terror inundó todo el
edificio de una forma escalofriante. La sacerdotisa se llevó las manos a la
boca mientras las lágrimas empezaron a caer de sus ojos: el rostro de la
Suma Sabia se hallaba congelado en una
mueca de terror y sorpresa, con sus blancos cabellos alborotados y salpicados
de sangre, procedente de su cuello abierto.
En apenas unos instantes, otras
Ancianas habían descendido a la sala, y los gritos y sollozos empezaron a
resonar por toda la Tríada.
La sacerdotisa de Gaia llegó un momento después, con gesto de
preocupación y furia. Los miembros del Consejo se reunieron en el exterior. En
sus caras se reflejaba el terror de lo que suponía un crimen así, algo que no
había pasado jamás en la historia de Damosia.
-Esto ha sido un ataque no sólo a
la cultura y a las costumbres de Damosia, sino también a los propios dioses-
sentenció Maka con furia.- No entiendo cómo alguien de entre nosotros ha podido
hacer esto. Se supone que la educación y las enseñanzas religiosas mantienen a
raya los compartimientos amorales.
-No sabemos si ha sido alguien de
dentro, sacerdotisa. – dijo Ebeón con voz compungida.- Es posible que hayan
abierto un portal de otro mundo y los invasores hayan vuelto…
-No digas tonterías, Ebeón. Si se
hubiese abierto un portal, hubiésemos sentido su energía. Está claro que
debemos abrir una investigación y sacar al cuerpo de Defensa.- le contestó la
sacerdotisa de Bathia.- Pero antes de nada debemos organizar los funerales y
los rituales acordados. Después nombraremos a una nueva Suma Sabia.
Todos estuvieron de acuerdo en
este asunto, por lo que cada uno se ocupó de preparar los rituales para los
funerales de acuerdo con cada dios. Brianda todavía no se lo podía creer, le
resultaba muy difícil comprender que un corazón estuviese tan podrido como para
asesinar a sangre fría y en un lugar sagrado a la persona que más se preocupaba
por el bienestar de Damosia. Ya de por sí un asesinato era algo terrible, pero
esto era directamente un sacrilegio. Los funerales duraron siete días, uno por
cada dios. A Brianda le tocaba ejecutar el último ritual: después de un día de
sacrificios y rezos, se puso el cuerpo de la
Suma Sabia en una balsa de madera sobre el
Lago de la Vida ,
y mientras todo el pueblo recitaba una letanía alrededor del Lago, Brianda le
prendió fuego a la balsa mediante un conjuro
en el momento en el que la balsa llegó al centro del lago.
Después de todos los rituales, la
sacerdotisa de Maura estaba agotada, triste y furiosa, todo a la vez. Dudaba de
sus poderes, de su capacidad y hasta de su propia conexión con la diosa. Todo
el mundo consideraba que su sueño había sido un mal augurio. Unos le echaban la
culpa de esto a errores cometidos en los rezos; otros hablaban de
conjuraciones; y había incluso quien opinaba que Brianda había sido la autora
del crimen. Al acabar la noche, se retiró al palacio a rezar y orar, a intentar
aclarar sus ideas y calmar su alma. Al día siguiente se elegiría a la nueva
Suma Sabia y empezaría a cabo una minuciosa investigación a todos los
habitantes de Damosia. Ella misma la llevaría a cabo junto con Maka y el cuerpo
de Defensa. Mientras preparaba las cosas para llevar a cabo una oración a Maura
y a Gaia, un ruido la sobresaltó. Parecían pasos, pasos de alguien que llevaba
prisa, pasos de un culpable quizás.
-¿Hola? Seas quien seas,
muéstrate. He dado orden de que nadie me molestara. Sal de las sombras, he
dicho. Incumplir las órdenes de una sacerdotisa atenta contra las leyes de
Potnia.-dijo Brianda con un cierto temblor en la voz. Había dado orden de que
nadie subiese allí, y únicamente otro sacerdote podría desobedecer su mandato.
-Deja de meterte en los asuntos
que no te incumben, niña.-dijo una voz áspera desde las sombras.-No todos somos
como tú, algunos actuamos.- La joven sintió un escalofrío por todo su cuerpo, y
cansada ya de tanto jueguecito, convocó a la luz de la luna para que iluminara
las sombras: el rostro de la figura que allí se encontraba le era de sobra
conocido, pero además, el destello de luz le mostró algo que no esperaba…
-¡Tú! ¿Has sido tú verdad? La
forma de las arenas… ¡Es tu marca! ¿Cómo te atreves? ¿Cómo has podido
traicionar de esta manera tan horrible a tu pueblo? ¡Has perdido el juicio!
Recibirás tu merecido castigo, de eso puedes estar seguro. ¿Pero cómo has
podido perder el contacto con tus dioses de esta manera?
-Muchos estamos hartos de que
todo siga igual. Es hora de que alguien capacitado tome el trono de este mundo…
-¡Jamás! No lo conseguirás. La Elegida está cerca y tú lo
sabes, por mucho que nadie quiera creerme. Ahora mismo me voy a avisar a Maka.
Recibirás tu castigo de inmediato.
-Puede que reciba mi castigo, o
puede que no. De todas formas, tú no vivirás para verlo, mi querida sacerdotisa
de la Noche …
Los primeros rayos de sol
iluminaban la terraza del palacio de la Noche.
Unos ojos vacíos y sin vida contemplaban el precioso
amanecer. El cuerpo de la joven sacerdotisa de Maura yacía inerte encima del
altar ritual. No había sangre, pero eso no hacía que la escena que se encontró
la sacerdotisa de Gaia no fuese tremendamente horrible. Ahora sí que estaba
claro que la maldad empezaba a calar en lo más hondo de Damosia, y sólo los
dioses y la propia Elegida podrían ayudarles a encontrar el camino de vuelta al
Bien.
En ese mismo instante, ajeno a
todo el horror que acababa de golpear otra vez Damosia, un llanto de un recién
nacido rasgaba el silencio de los primeros albores de la mañana. La
reencarnación de Potnia había llegado, pero nadie lo sabía todavía.
Blog del proyecto: Reivindicando Blogger
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Hola, por favor, dime que vas a escribir más xD
ResponderEliminarAyyy, es que es muy bonito :( Y me ha dejado con la intriga y los nervios a flor de piel T.T
Madre mía, he oído al bebé como si estuviera conmigo en la habitación *^* El final es buenísimo, en serio, hay muchísima tensión. Querida Clavecinista, espero de todo corazón una segunda parte de este relato :)
ResponderEliminarMrs Byron
Esa era la idea jajajaja ¡por eso escribí sólo el primer capítulo! Muchas gracias, Carla <3
ResponderEliminar¡LA TENSIÓN SE PALPA EN EL AIRE! Gracias Mrs Byron, habrá una segunda parte, entonces :D
ResponderEliminarSabía que este relato iba a gustarme, sabía que estaría muy bien entramado, pero esto es genial. Es decir, la imaginería que has creado es maravillosa, y aunque necesitas algo de práctica con eso de los diálogos y los cambios de escena, tienes un nivel magnífico. Me alegro de que te hayas decidido a participar en Neminis Terra, y sobretodo me alegro de que compartas con nosotros cosas tan geniales. ¡Y ahora, continúalo! D:
ResponderEliminarUn frío beso
Emily
Y ahora lloro de felicidad xD Muchas gracias por todo, mi querida Em. Yo no estaría aquí si no fuese por ti. Infinito amor para ti <3
ResponderEliminarMe quito el sombrero imaginario, querida clavecinista. Como ya dije ayer, un sistema creado con muy buena mano, y una narración bien hilada que, como ya han comentado, genera un genial ambiente de suspense. Esperamos que continúe, sería toda una pena no ver más.
ResponderEliminarUn atolondrado abrazo.
El Loco.
Necesito seguir leyendo esta historia. Es adictivamente fantástica. El prólogo me encanto pero el resto es tan enganchante que me impresiona. Lo que más me asombra es la historia y las categorías que has creado y sobretodo cómo vas sorprendiendo a cada párrafo.
ResponderEliminarGanas de seguir la historia aumentando ;)
Un fuerte abrazo,
María
Muchísimas gracias! En breves escribiré el siguiente capítulo! Me alegro mucho de que te haya gustado tanto <3
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