domingo, 15 de junio de 2014

Ferocidades.

Había algo en ella que me resultaba terriblemente atractivo...
No era su rostro. Tampoco las curvas de su cuerpo. Ni sus ojos color esmeralda, ni su melena negra como el ala de un cuervo. No.
Era su mirada, aguda y penetrante. Esa manera que tenía de mirarme fijamente a los ojos, como si quiera ver mis más profundos pensamientos.
Eran sus gestos, sencillos pero sensuales. La manera que tenía de mover sus manos, de cruzar las piernas, de recogerse el pelo.
Era su voz. 
Dios, su voz. Su preciosa y sensual voz. Esa voz que salía de sus carnosos y encarnados labios. 
Su voz, dulce melodía de mi corazón, tenía algo que no era de este mundo.

Y mis instintos no me fallaban. Ella no era de este mundo.

2 comentarios:

  1. Ella no era de este mundo, y tú tampoco. Por eso despiertas algo en mí cada vez que escribes. Sigue haciéndolo así de bien, Clave.

    Emily

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